Capítulo XIX

Tiempo ha que no actualizo, pero no he estado ocupado y he tenido tiempo. Vamos, que no lo he hecho porque no veía el momento de ponerme a escribir por pereza.

Lo cierto es que he hecho muchas cosas en este tiempo, que paso a relatar.

En primer lugar, ayer terminó el concurso Le diner presque parfait edición Ronchin. Ronchin, por si no lo sabéis ya, es mi pueblo, en el que vivo aquí en la Francia. El concurso, para el que no lo conozca es este. En este caso, hicimos dos grupos, chicos y chicas. Las chicas cocinaron el miércoles pasado e hicieron una suerte de cena pascuoitaliana. Y me invento esta palabra porque era una mezcla entre comida italiana (porque recordemos, las chicas de mi casa son una italiana y una francesa) y una comida familiar de Pascua típicamente francesa. Es algo llamativo que en un país tan laico como Francia, donde no hay festivo ningún día de Semana Santa, mantengan tan arraigada la comida familiar del domingo de Pascua (o Pascua de Resurrección). Lo dicho, que hicieron un menú que no estaba mal, llenaron la casa de huevos de chocolate, hicieron carteles con su cara sobre gallinas y lograron un ambiente convival.

Esta semana nos tocaba a los muchachos cocinar, pero como buenos hombres que somos lo dejamos todo al último momento, improvisando un menú en el supermercado. Claro que menos mal que contaban conmigo y conseguimos hacer un buen buen menú. Empezamos con pajaritos, que quién no los conozca, mal hecho. Y como siempre que los hago, triunfaron. También hice tapas, que se note (nada complicado, chorizo, pantumaca y cebolla caramelizada con queso) Para el plato principal, optamos por hacer kebabs caseros, con su carne marinada, sus crudités y la salsa de yogur. Y de postre, profiteroles rellenos de helado, que uno de los que vive conmigo estudió pastelería durante 4 años. Y aun así, perdimos. Mierda.

En segundo lugar, pero hilando con la vorágine de comida, hice también mi propia comida familiar de Pascua, a la que he citado hace unas líneas, que hay que recordároslo todo, caray.  El sábado de Gloria (felicidades mama) quedaron los amigos de Fede, que son brasileños todos a excepción de un alemán, para comer en mi casa. Así pues hubo un desfile de platos: lasaña, quiches, tzatziki y melitzanosalata (hay una italogriega también) regado con vino y de postre tiramisú. Otra cosa no, pero el comer no falta en el Erasmus. Y el domingo, a comer las sobras, que no se diga que tiramos el dinero.

Luego, os cuento que en mi regreso al mundo de la flip cup perdimos cuasi estrepitosamente. Pero no os preocupéis, la semana que viene tengo una nueva oportunidad de resarcirme y volver al Olimpo de los bebedores duchos.

Finalmente, y como colofón, os diré que estoy trabajando arduamente en unos deberes que tengo que hacer para mi curso de francés, para que veáis que no todo es jolgorio y que también doy el callo. Tres trabajos sobre la francofonía, sobre un artículo de la prensa y sobre un libro, francés, por descontado.

Por lo demás bien, aunque se me ha hecho muy raro no salir en las procesiones este año (ya sabéis que no soy muy beato, pero eso de salir de monaguillo y que te paguen…a nadie le amarga un dulce) y no tener que inventar excusas para no ir al Bando de la Mierda.

Buen provecho.

Por cierto, ya ha llegado la primavera, aunque claro, a su manera.