Capítulo VII

Buenas noches familia, amigos, admiradores, gente que buscaba Lille en Google, y demás raros de la (ranciofact) Red de redes:

Esta semana he estado malo. Muy pocho. Con tos de perro y una cantidad indecente de mocos. No los describiré por respetar el horario infantil, pero daba mucho asco. Ahora estoy mejor, porque el maravilloso Frenadol (gracias señores Johnson) acaba con todo. Me ayudó también mucho tomarme un tazón enorme de sopa de pollo de sobre. Y dormir mucho.

Y no hay mucho más que añadir. La semana pasada fue una semana rara, porque acaba de pasar unos días como de viaje con Paloma y me costaba volver a la realidad de madrugones, de clases, de estudiar un poquillo y de la rutina en general. Sí, ya sé que fueron solo dos días y poco, pero qué queréis que os diga, tenía muchas ganas de que viniera y el tiempo que estuvo aquí hice más cosas que en casi tres semanas. Si es que Lille es muy pequeño, y te lo liquidas en un pispás.

Esta semana ha hecho un tiempo raruno, típico de aquí: de lunes a miércoles, un calor terrible, de manga corta incluso, por la calle. Pero llegó el jueves, y se fastidió la cosa. Frío. Frrrrrío. Lluvia, de esa que molesta porque viene con airecillo. En fin, un asco. Así que se nos ocurrió que el jueves era el día ideal para ir a jugar al baloncesto a una cancha al aire libre (lo siento chicos, aquí también)

Y nada más. Esta semana estoy de vacaciones (vacaciones por Toussaints: una semana sin clase, gracias Francia) y apenas queda nadie en Lille, porque todo el mundo se ha ido de viaje o ha vuelto a Espiña. Pero como el jueves vienen papa y mama y los chiquillos, pues no me voy a aburrir. Tengo ganas de verlos, que este es el periodo más largo de tiempo que estado fuera de casa.

Ya os contaré como fue la visita.

Agur.