Lille que a los tontos espabille

De Murcia a Lille, en Erasmus.

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Capítulo VIII

Saludos amigos:

Esta semana de vacaciones comenzó con buen pie: el martes fuimos al mercado de Wazemmes que es un barrio así, muy multicultural él, y aprovechando que había mercado (el de los domingo es el más chachi, porque también se ponen cosas de antigüedades, tipo rastro) los que estábamos aún aquí (recordemos, se había ido todo quisqui de viaje) nos hicimos un don Solomillón al Roquefog, con papas fritas y un buen pan. Tremendo.

Pero es que claro, lo mejor entoavía estaba por venir, porque el jueves llegaba la parentela a verme. Papa, mama y los nenes. Un lujo, oiga. Lástima del tiempo de perros y gatos que hizo.

El jueves mismo, después de comer, fuimos a ver Lille; o al menos la parte de Lille que mola, la del Vieux Lille, con sus casitas antiguas, sus tiendas artesanas, sus baretos y estaminets, que son las tabernas típicas con comida casera de la región. De hecho, cenamos en uno de ellos. Pero como el personal estaba cansado, del palizón de viaje a Madrid, más el avión temprano y tal, volvimos pronto. Yo dormí en mi habitación, claro.

El viernes, salimos temprano con el coche de alquiler dirección Brujas, porque había coincidido que mis primos de Burgos habían ido también por el puente a Bélgica y decidimos quedar allí, para vernos y toda la pesca. La verdad es que de Brujas vimos bien poco, porque hacía un frío horroroso, y llovía a mares. Vimos la plaza del ayuntamiento, la basílica, los canales y todo lo típico. Yo ya había estado de cuando hice el Interrail, así que no era nada nuevo para mí. Pero bueno, una maravilla de ciudad. Después de comer fuimos, esta vez solo los Contrerillas, a ver Gante, que está cerca, y bueno, es un sitio que hay que ver si estás por la zona. La lástima es que, claro, aquí ya estamos en otoño, casi invierno, y anochece a las 5.30 o así. Y unido a la lluvia, al frío glacial, a que aparcamos donde cristo perdió la chancla, y a que viajar cansa, la visita a Gante fue cuanto menos escasa. Pero bueno, vimos las 3 torres que tiene (el campanario, el ayuntamiento y una torre sin ninguna función aparente) y dimos buena cuenta de los gofres belgas.

Al volver a Lille, cenamos en una brasserie donde hacen sus propias cervezas, de 4 tipos diferentes. Y es que claro, al estar pegando a Bélgica, hay una gran tradición cervecera. De hecho, el gobierno de Hollande quiere subir los impuestos sobre la cerveza, y en lo único en que se han puesto de acuerdo los dos grandes partidos en la región (el UMP de Sarkozy y el PS de Hollande) es en ponerse en contra de dicha subida. Que tendrá el néctar de los dioses…

(nota: hasta aquí no hay fotos porque perdimos la cámara en Brujas, luego el otro día si que me llevé yo mi cámara y las fotos están más abajo, entre el texto)

Al día siguiente, también temprano, nos pusimos en marcha a Dinant, un pueblo pequeño a orillas del río Mosa, muy bonito. Está construido en medio de la garganta de piedra que ha ido erosionando el río a lo largo del tiempo y la verdad es que el conjunto es precioso. Además es famoso por dos cosas: por ser el lugar donde se fabrica la cerveza Leffe (esa que parece de abadía, esta, pues en realidad es una cervecera normal, ¿que esperabais?) y porque allí nació el señor Adolphe Sax, inventor del saxomofón.

Y ahí hubo una batalla que te cagas en la I Guerra Mundial, pero eso es harina de otro costal. Aquí otra afoto:

Después de Dinant, volviendo por la autovía (¡conduje yo!) vimos que había un pueblo que se llamaba Tournai, que era Patrimonio Mundial o no se qué. Entramos y si, era muy bonita, con una catedral románica enorme (sé lo antitético de la frase, pero era así) y una Grand Place muy maja. Lo único es que, al ser la primera ciudad belga en ser liberada por los aliados en la II Guerra Mundial, la mayor parte era reconstruido. Volvimos a Lille, y cenamos en otro estaminet, esta vez  en uno especializado en pato. Allí me comí una de las tres mejores hamburguesas (de pato y con jamón de pato, of course) de mi vida. La primera, cómo no, fue en Argentina, y la segunda en Irlanda. Volvimos al hotel, a despedirme de los muchachos y de los papás, porque se iban a la mañana siguiente muy temprano y ya no los veré hasta diciembre.

El domingo, en su honor, y agradeciéndoles eternamente su visita y sus presentes, me recorrí el barrio entero para encontrar pan y poder comerme esto:

Hasta más ver.

 

Capítulo III

No he puesto nada esta semana porque he empezado las clases y tenía que estar todo el día yendo y viniendo de la Fac a la resi y todo el rollo.

El sábado fui a Gante con Jose y Juanma, los dos chicos que vienen de Murcia conmigo. Fuimos en tren (18 pavos ida y vuelta) y la verdad es que Gante está muy apañao. Es muy pequeño, por lo que es perfecto para ver en un día (aunque se dice, se comenta, que lo más chachi de Gante es su vida nocturna, porque es el principal destino universitario de la vecina Bélgica)

El resto de la semana ha sido un trajín. Os meto en situación:

La facultad (A) está bastante lejos de mi residencia (B); a unos 25 minutos andando a  mi paso normal y a unos 7 minutos si cojo el metro (son 6 paradas). De hecho: 

Aparte, el horario que tengo es de lo más estrambótico, pues al ser Erasmus tengo asignaturas de 1º, 2º, 3º y 4º (que aquí es Máster, y hay 7 u 8 distintos dependiendo de la especialidad) Así que tengo clase a horas muy raras y con muchos espacios muertos entre ellas. A modo de ejemplo os diré que los lunes solo tengo clase a las 13.30 (por cierto, que las clases aquí empiezan a las 8 y acaban a las 12.30 para el turno de mañana y empiezan a las 13.30 y acaban a las 20.10 para el de tarde) mientras que el miércoles, que es el día de la muerte tengo clase de 8 a 10.10 y de 14.40 a 20.10 (contad, son siete horas de clase)

Como quiero ahorrar y de momento hace bueno, lo que quiere decir llevo manga larga y jersey y en el sol voy bien, pero la sombra refresca, salvo los dos días que tengo clase a las 8, voy y vuelvo a pata. Es un paseo y tengo que pasar por el poblado chabolista de rumanos (amistosos de momento) que hay bajo la autovía al lado de mi resi, pero merece la pena, porque es el único deporte que hago y ya empieza a pasar factura la autoalimentación sin supervisión materna.

Por si os lo preguntáis, aquí se sale los miércoles, los jueves y los sábados. Es una de las ciudades con más ambiente de toda Francia (las malas lenguas dicen que es herencia del Duque de Alba and company, de cuando los bravos españoles andábamos por aquí de juerga) y, ciertamente, a diferencia del resto del país, tiene unos horarios bastante españolizados. Los precios van desde el atraco a mano armada de 7 euros una cerveza de pacotilla en vaso de consulta de dentista, a la popular pinta de 3€ de Le Solferino. No cobran por entrar a ningún sitio y como es legal beber en la calle (de momento y hasta que el frío nos deje) salir no cuesta mucho.

Me despido, intentaré actualizar cuando algo importante suceda (o si no, ya el domingo o el sábado, o cuando tenga un rato, joder, no me agobiéis)

Un abrizo