Capítulo XX
Hola, buenas, aquí estoy guanmortaim, para contarles cómo voy.
Seré breve, que estoy de vacaciones y hace un sol precioso.
El miércoles, nueva oportunidad en la flipcup, esta vez bajo nuevo nombre (los Pedróscars, en honor a Pedro, claro) pero el resultado, si cabe, fue peor. De un total de 5 partidos, ganamos 2, perdiendo el último por culpa mía y de nadie más. Estoy pensando en la retirada. De 4 participaciones he ganado 2 campeonatos, no está nada mal.
El viernes salí hasta las 6 de la mañana con españoles en su mayor parte, y la verdad es que está bien recuperar viejas costumbres. Llegué con un hambre atroz y para desayunar me hice spaghetti al pesto, y dormí cual lirón con el estómago contento. A la hora de comer, pasta también, esta vez, una versión de la carbonara (la forma española de la carbonara, que la original, la italiana, no tiene apenas nada que ver) y para la cena pasta otra vez. Creo que terminaré hablando italiano a este paso. La cena merece un párrafo aparte, pues vinieron 15 personas o así a mi casa.
La idea, de Fede, era hacer orechietti con brocoli y pan rallado e invitar a sus amigos, los brasileños de los que ya he hablado otras veces. Pero como también están aquí Pedro y Juanma, los invité también. Y también se pasaron mi compañera de piso, Anaïs y su novio holandés. Un puñao de gente. Los orechietti, por cierto, eran caseros, fede me enseñó a hacerlos. Tienen mucha ciencia, aunque parezca que no. La velada se alargó hasta las 3 y pico, bebiendo vino, cantando canciones de cada país (había toda una pléyade de diferentes naciones: Brasil, EEUU, Alemania, Grecia, Italia y Espiña) y disfrutando, en fin.
El domingo deparaba una sorpresa aún mejor. El Sol, el Lorenzo, esto, hizo su aparición estelar (nunca mejor dicho, ju ju ju) Desayuné en el jardín, en manga corta y pantalón arremangado. Hacía calor. Sí, calor. Veintipico grados. Un lujo. Así que claro, había que salir, ir a un parque y aprovechar. Después de comer, partí con un pequeño grupo de los que habían venido la noche de antes (luego vendrían los dos chicos estos, los españoles) al barrio de Wazemmes, un barrio donde hacen el mercado más grande de Lille, que tiene fama de peligroso, pero que también es el más multicultural y de modernillos. El sol quemaba, inexplicablemente. Entramos en un bar dónde un grupo de abueletes tocaban canciones antiguas, pero muy animados. La calle, con otros bares iguales, era una fiesta. La gente bebía pastís al sol, bailaba, cantaba las canciones a pleno pulmón y eran felices. Y a mí, que siempre me han dicho que hay que hacer lo que uno ve, pues hice. Y disfruté como un enano (sobre todo cuando tocaron Bésame mucho o la Bamba, que son en español) Luego fuimos a un parque, a jugar a las cartas. Cuando llegué a casa, aún en mangas de camisa, tenía coloretes, el agradecimiento de mi piel al preciado astro.
Espero que siga por mucho tiempo, que esto me hace que eche menos de menos el norte de África.